Borrón y cuenta nueva
Por Leonardo Piña Cabrera
Los medios insisten en que el día después de ayer es un día normal, que la multitudinaria marcha del viernes 25 en torno a Plaza Italia impuso un ánimo de encuentro y entendimiento, y que es el orden y la paz social la que se vio fortalecida con el millón y más de compatriotas que ahí se dio cita.
El mensaje es extremadamente claro, al respecto opina la ex Intendenta Metropolitana, ahora vocera de gobierno, precisando que se trataría de una movilización ciudadana sin banderas políticas y de ningún modo apropiable por algún grupo en particular: la marcha más grande de la historia reciente, pacífica y una oportunidad para ser mejores, desmarcándose del papel que como gobierno le cabría.
Una campaña para el control social, por su parte escribe Paola Dragnic, corresponsal de Telesur, apuntando a su articulación como salida positiva a una crisis profunda que buscaría instalar, en sus palabras, una falsa sensación de satisfacción por la escucha conseguida: una suerte de grado cero a partir del cual la tarea sería de todos, y la unidad resultante, un bálsamo que lavaría las responsabilidades que a cada quien le podría corresponder.
La calle, no muy coincidente con aquella primera lectura, deja ver otra cosa, de la mano de una fuerte presencia policial y un muy enrarecido aire, lacrimógeno y no exactamente respirable.
Confundido con tanta señal contradictoria, y sin poder seguir mi rumbo hacia el oriente por el vallado papal que cierra el paso en la esquina de San Martín y Alameda, me descubro preguntando a uno de los carabineros de las fuerzas especiales que ahí está si tienen miedo.
¿Y a qué?, arrogantemente responde, mientras mi propia dificultad para percibir esa normalidad me hace contestarle que ha de decirlo él, pues son ellos quienes cercan las calles y se parapetan tras suyo.
Las carreras que siguen a continuación y las voces de alerta por el camión lanza agua que se aproxima, no hacen más que alimentar el hastío y la sensación de sospecha de los últimos días. Toda la maquinaria comunicacional queda en evidencia por este otro movimiento, el de la represión y privación del derecho a la circulación, que no es precisamente sinónimo de normalidad como se insiste en el aparato de tevé.
Estado y propósito, por lo demás, difícilmente digeribles si nada se ha conseguido, tal como repite la gente y más tarde retratará con triste lucidez un rayado de calle Alonso de Ovalle: “no ganamos nada, perdimos 15 vidas”. Y de lo que, cómo no, tampoco se dice mucho.
No ganamos nada (Padre Alonso de Ovalle casi esquina Arturo Prat, fuente propia)
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