Cacerolas y capuchas en la plaza el Ancla



Por Leonor Benítez Aldunate


Viernes 18 de octubre
Se vio por la tele todo el día a los secundarios y secundarias evadiendo en el metro, abriendo los torniquetes para que la gente pasara. En el matinal del trece le preguntaron a una joven en las cercanías que pensaba de la situación y ella dijo: “es vandalismo, pero la violencia que vivimos es estructural y si los cabros no hicieran esto, nadie escucharía” marcando un punto de inflexión en el clásico discurso pacifista que los medios se permiten mostrar.   
Esa noche escuché algunas cacerolas a la vuelta de mi casa y salí a ver. Una vecina se había parado en la esquina del Pino con los Ángeles a golpear su olla con una cuchara.

Sábado 19 de octubre
La tarde siguiente se escucharon cacerolas en la Plaza El Ancla, a tres cuadras de mi casa. Salí apertrechada con una olla y una cuchara de palo… Me sorprendí, estaban reunidos al menos doscientos vecinos y vecinas golpeando con cucharas, piedras y palos sus ollas, los postes de luz y las barandas de la calle iluminados suavemente por las llamas amarillas de la barricada en Salomon Sack, frente a la plaza. 
Ahí estaban todos, algunos conocidos y otros desconocidos para mí. Los viejos y viejas comunistas que se reúnen cada 11 de septiembre a hacer una velatón en la plaza, las ex presas y ex presos políticos que se reúnen cada semana frente al ex cuartel Borgoño a protestar, las jóvenes feministas y sus mamás, que, en casi todos los casos son vecinas organizadas dentro de sus territorios, los jóvenes frenteamplistas recién llegados al barrio; las y los encapuchados que trabajosamente cortaban ramas, transportaban muebles viejos y arrastraban basura hacia la barricada. Algunos hombres y mujeres que suelen estar en circuitos de calle, observaban tímidamente, otros participaban abiertamente de los cánticos y los bailes alrededor del fuego. También estaban las dueñas de varios almacenes de la pobla tocando sus cacerolas y los hinchas de fútbol izando banderas chilenas…
El sonido rítmico de cacerolas aumentaba, la gente gritaba al unísono una y otra vez: “¡El pueblo unido jamás será vencido!”, “¡El que no salta es paco!” y otras consignas, todos saltando con fervor alrededor del fuego. Yo me sentí conmovida hasta el tuétano, pensé “estamos juntos, estamos todos, esto nunca había pasado…”
De un momento a otro, llegaron los pacos tirando bombas lacrimógenas, todo se volvió borroso, tóxico, nauseabundo. Corrí por Dos Norte unas dos cuadras y me senté en la vereda hasta que la sensación de escozor desapareció de mis ojos. Volví a la plaza y vi como ésta se llenó otra vez de gente, y como la calle se llenó de barricadas hasta Vivaceta por el oriente y Soberanía por el poniente.
Un movimiento entre la gente anunció vientos de cambio en el ánimo de todos. Muchos se taparon y avanzaron hacia Vivaceta… Algunas y algunos nos quedamos en la plaza tocado cacerolas y disfrutando al calor de la barricada. Una hora después, varios y varias volvieron cargados de cigarros, cerveza, bebida, snack, confort y otras cosas. Habían saqueado la Petrobras de la esquina y ahora repartían algunas de sus ganancias entre los manifestantes. 
La noche avanzaba y el consumo de cerveza se hizo moneda corriente, quedamos pocos y pocas en la calle después del toque de queda, celebrando la pequeña victoria que significaba apropiarnos de algo de lo que nos habían negado por décadas: la calle, la rabia y la denuncia de las injusticias contra el pueblo. Por primera vez, después de décadas, podíamos desordenarnos, empoderarnos, enrabiarnos y destruir la mierda de país que la Dictadura nos había heredado. Ninguna agenda ni pacto social, ningún dialogo trucho, ninguna democracia amañada nos quitaría esto. Nunca más. 
Algunos y algunas un poco más borrachos hablaban fuerte, entonaban cánticos y danzaban alrededor de la barricada. A eso de las diez y media me fui a la casa con varias amigas. Diez minutos después se escucharon disparos en El Ancla y una vecina me contó que habían llegado los pacos disparando, dos hombres fueron heridos. 
  

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