Cinco Minutos De Resistencia

Anónimo.
12:53 pm. Un miércoles 30 de octubre del 2019. Caminé rápido a la reunión. 
Por la calzada de peatones, repiqueteaba el rápido andar de transeúntes. Seguían una espeluznante costumbre. Rodeados de misivas a punta de spray, ell@s aparentaban normalidad. 

Al llegar al destino anónimo, encuentro una persona. No la conocía. De todas formas, intuí que íbamos a lo mismo. Antes de tocar el timbre, cruzamos un mínimo de palabras. Se abrió la puerta. Por aquí, me dicen. Pulcro silencio, algo enlodado por susurros remotos. Con cuidado, entreabro la puerta del viejo edificio. Asciende la resonancia de voces, anunciándome una congregación de personas en la habitación. No hay saludo. Ya estaba en curso la reunión. 

Por resguardo, no compartiré detalles. Es una etnografía arropada. Es decir, poco desnuda. He de tener cuidado. Puesto que, no aportaré a la persecución de organizaciones sociales. 

Seguido de la asamblea, almorzamos junt@s en un parque. Es importante el autocuidado, nos decíamos. Comer. Dormir. Much@s decíamos, que difícil es comer, que difícil es dormir. —Tanto nervio—, agregaban. Luego, caminamos a Santa Lucia. Fue imposible. Sólo acercarnos a la Alameda, iniciaba una toz compulsiva. —Que está fuerte la lacrimógena—, decíamos. Algun@s, ojos llorosos. Otr@s, con picazón. De modo que, nos dirigimos a Plaza Italia. Cerca de la Plaza, desplegamos un lienzo: «Lesbianas En Acción: Contra El Capital, Contra La Opresión». Lo colgamos en un paradero. Sin ninguna otra intención, nos sentamos en la calzada. Chiquill@s de pelo corto y zapatillas deportivas en protesta pacífica. Cruzábamos miradas alegres entre nosotr@s. En un levantamiento colectivo que demanda dignidad, ¡las lesbianas están presentes! Porque, las lesbianas son precarizadas. Porque, a lesbianas se les rechaza en entrevistas de trabajo. Porque, a las lesbianas se les rechaza de sus hogares. Porque, a las lesbianas no se les judicializan denuncias de violencia en la pareja. Porque, lesbofobía. Porque, Nicole Saavedra fue asesinada. Con las manos atadas y señales de tortura fue encontrada en Limache. La mataron por lesbiana. Se demoraron más de 3 años en encontrar al responsable. Por eso, ¡las lesbianas demandan dignidad! 

De ese momento, sólo quedo una foto. 

Puesto que, en menos de 5 minutos, se acerca un guanaco. Corrimos hacía el lado contrario. Fue inútil porque venía otro guanaco por la pista contraria. Quedamos atrapadas. Sólo nos reguardamos entre nosotras. Casi abrazadas contra una pared soportando el chorro del guanaco sobre nuestras cabezas. No teníamos más escape que aguantar. —Conchetumadre, Conchetumadre—, escuchaba. Gritos. Un ruido latoso del guanaco. Gritos. Gritos. El ruido del chorro. El sonido de los perdigones. Disparos. El guanaco se quedó unos 3 minutos tirándonos un agua ardiente. No quemaba, pero ardía. No corrí porque estábamos rodeadas. Detrás de la máquina de agua, se encontraban dos zorrillos. Luego de que el guanaco nos dejó chorreando, los zorrillos lanzaron sus gases. Ahí corrí. Fue imposible. No alcancé a evitar el gas. Éste se introdujo en mi garganta antes de correr. Sentí un ardor pasando de mi boca hasta mi garganta. Corrí. Corrí. Corrí con los ojos cerrados. Lo último que vi fueron carabineros llevándose a unas personas que corrían a ciegas del gas. Me detuve en el Unimarc de Portugal. El mismo que fue saqueado una hora después. Seguí corriendo hacia abajo. Mi garganta cerrada. Con mis ojos semi abiertos. En cada esquina, una barricada. En cada esquina, un escuadrón de carabineros. En cada esquina, un enfrentamiento. No podía reunirme con nadie. No tenía batería en el celular. Tampoco mis lentes ópticos. Veía poco, sólo de cerca. Con una severa miopía, seguí caminando. De modo que, se intensificaron los ruidos. Recuerdo una sonajera de cacerolas. Silbatos. Panderos. Fuertes sonidos metálicos. Bocinas. A lo lejos, escuchaba: ¡hijos de la perra! ¡hijos de la perra! Otros decían ¡A la Moneda! ¡A la Moneda!  Caminé rápidamente hasta lo que parecía ser Paseo Ahumada. Saqueos. Alarmas. En algún momento, un silencio. Silencio ensordecedor. Sin ningún transeúnte. Solo el silencio, y yo. Seguí avanzando. Se interrumpió el silencio. Unas personas en situación calle gritaban: ¡Viva Chile, Mierda!. 


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