Micro etnografía de la revuelta

Octubre 2019
Nombre: Gabriela Campaña Gibson.
Antropóloga Social y egresada de Arqueología UAH.
Lugar del registro: En bicicleta por la calle Luis Thayer Ojeda.

Si de la música se habla, esta revuelta es acompañada del canto de las marchas, de las creaciones musicales como la de Ana Tijoux y de los ritmos que van creándose con los caceroleos a distintos ritmos. No estamos en Guerra, estamos alerta, dijo Anita, o únete al baile de los que sobran dijeron Los Prisioneros en los 80. Hoy unidxs, en la vigilia de aquellos sueños y esperanzas. No hubo miedo. No tenemos miedo. 

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Foto: Pedro Bernabé Valencia. 

Cercana al toque de queda iba devuelta a mi casa en bicicleta. Era extraño tener un horario de regreso, agradecí que fuese octubre y que aún las calles estuvieran iluminadas por la luz del día, le daban un poco más de esperanza a mi retorno. 

Por las redes se hizo el llamado que a la hora del toque de queda, todos sintonizaran fuertemente la canción El Derecho de Vivir en Paz de Víctor Jara. Los milicos estaban por todas partes. Para mi sorpresa, mientras iba pedaleando, a lo lejos, escucho el canto de Víctor, era él, presente en la calle, en un parlante sacado por la ventana de una casa que entregaba alegría y un poco de tranquilidad ante tanto movimiento y angustia. Mientras que en la esquina que le venía, habían vecinxs que con sus cacerolas expresaban su descontento con el toque de queda y el Estado de Emergencia que vivíamos en ese momento. 

Mientras seguía por Luis Thayer Ojeda, llegando a Pocuro una familia de una pareja joven con dos infantes (niña y niño) estaban sentados en el pasto mientras tocaban sus cacerolas. Algunos ciclistas que pasaban por esta ciclovía agitaban sus dedos para hacer tocar sus campanas. Mientras pedaleaba gritaba por las calles: ¡que se vayan los milicos! Y así Víctor acompañó el camino hasta llegar a mi casa. 

Emocionada seguí en mi tránsito, pensando en que nadie hubiese imaginado que en ese simple acto de recordar, de hacer sentir esa canción creada en 1971, 48 años después, vuelve a cobrar sentido y le hiciera un mínimo de justicia a Víctor Jara, luego de años de impunidad a sus asesinos. No pensamos que necesitaríamos de una canción para liberarnos, para evocar la Paz, la libertad, menos pensamos que él volvería ni Violeta Parra, Inti Illimani o Quilapayún  al cancionero popular. Las cosas siguieron igual hasta ahora. 

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Foto: Pedro Bernabé Valencia. 


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