Mirarnos a los ojos

Por Francisca Lazo

Es sábado 02 de noviembre, y ya han pasado algunas semanas desde que la ciudad estalló -o el día cero, como me gusta llamarlo en mi cabeza-. Mientras recorro el mall buscando algún tipo de adorno navideño, una de mis tías, quien iba conmigo, me invita de manera efusiva a una actividad feminista que se realizará ese mismo día en la Plaza del Cocodrilo, “es a diez minutos de tu casa” me dice, “por el lado de 5 de abril, en esos pasajes que tienen nombres de flores”. Trato de recordar que haría ese día por la tarde, y con un poco de pereza le digo que iré. “Es una actividad feminista, habrá un cabildo abierto, hay puras niñas de tu onda, anda un rato, yo te paso a buscar”. Me convenció. 

Así que armé una mochila con una manta, agua, mi bordado de turno y la caja de hilos y agujas; y me fui hacia la plaza del cocodrilo, ubicada entremedio de pasajes con nombres de flores y plantas. Ciertamente, algunas agrupaciones feministas se acomodaban en diversos stands que bordeaban el espacio. Entrando al espacio, se instalaba una pequeña performance que me conmovió mucho, la cual consistía en un cordel con ropa colgada, mientras que al centro de ésta había un cartel que rezaba ¿Qué tuviste que dejar para migrar? 
Continuo a la ropa colgada, Frente Poderosas estampaba pañuelos verdes con la frase “Todas somos Poderosas” que luego colgaban en una reja e intercambiaban por un aporte voluntario para seguir comprando insumos y materiales. Aprofa se instalaba al lado, ofreciendo charlas de educación sexual y reproductiva, a la vez que mostraba diversos métodos anticonceptivos e infografías al respecto, apoyadas por una agrupación de estudiantes viviendo con VIH. Diversos carteles verdes y morados adornaban las casas aledañas, a la vez que que la plaza era decorada con banderines de papel y retazos de tela que colgaban desde un cordel. Una banda musical se instalaba bajo un toldo, y los niños y niñas jugaban en un trampolín inflable que alguién prestó. 

Mientras me decidía a bordar una pañoleta del Frente Poderosas, el colectivo tomaba lugar en el centro de la plaza. Nos juntamos en tres grupos y aunque noté que muchos eran vecinos y se conocían entre ellos, yo no conocía a nadie. “No soy de acá”, dije “soy del otro lado de 05 de abril, allá donde está el restaurante del Poroto con Riendas-. “No importa”, me dijeron “lo que importa es que hablemos, que nos miremos de nuevo a los ojos y que podamos discutir, tengamos opiniones en común o no”. Me sorprendió ver a gente que venía de comunas muy lejanas, pero que estaba feliz de compartir un cabildo, el primero para muchos y muchas. 

Discutimos algunas propuestas urgentes, a mediano y a corto plazo, al parecer el fin a la AFP, la dignidad de las jubilaciones y el aumento del sueldo mínimo eran problemáticas de suma urgencia, pero qué difícil priorizar, decía yo, si nos han quitado todo, y no sé cual es la conquista que puedo dejar atrás. También hablamos de la violencia del primer momento de protesta, y lo instintivos que pueden ser los sentimientos, el atropello de los derechos que se convierte en resignación, la resignación que se convierte en pena, la pena que se transforma en rabia, y la rabia que se vuelve una bomba de tiempo, una olla a presión, un fuego que no obedece a razones y avanza solo a través del instinto. 

Casi al final del cabildo, mi tía apareció con completos y agua mineral para todos los participantes, y con el estómago lleno, discutimos quien tiene la mejor caligrafía para escribir el papelógrafo solicitado. “La bordadora tiene bonita letra” dice un vecino, así que resignada me pongo a escribir las conclusiones de nuestra actividad, mientras con un grupo más reducido profundizamos algunos temas de nuestro interés, nos presentamos 
nuevamente y ahondamos en nuestras actividades, qué hacemos, tienes hijos, hacia dónde vives, cómo llegaste acá. El papelógrafo es discutido y luego enrollado. Desde lejos, mientras miro ahora a una bailarina de danza árabe, me preguntó qué será de él en un futuro, si es que alguien lo leerá y podrá hacer algo con nuestro malestar. Por ahora, me conformo con la gratitud de haber podido discutir mirándonos a los ojos. 

Fuente: elaboración propia


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