No queda pan

MaríaIgnacia Pérez J.

Sábado 19 de Octubre 2019.
Cerrillos, Santiago.

Leímos tantas veces sobre los toques de queda, sobre los militares en la calle, sobre el miedo y sobre la rabia. Lo leímos y escuchamos tanto que ese sentimiento se volvió propio. 
En mi casa tuvimos todo el sábado la tele prendida, vimos las manifestaciones, actualicé una y otra vez las redes sociales, vi los disparos, los tanques avecinándose a la región metropolitana en fotos y videos que rondaban por facebook y whatsapp. La ansiedad era tal que la bolsa de tabaco se iba acabando a una rapidez nunca antes vista. 

Con temor mi mamá miraba por la ventana, preguntándose en voz alta cuando comenzarían los negocios a cerrar, cuando comenzaría a escasear la comida, cuando volvería empezar. 
A las 19.30hrs el milico anuncia por la tele el toque de queda. Suena como caen las notificaciones en el celular de mi mamá y en el mío. Revisamos si nos falta algo urgente: falta pan. 

Salgo con este temor que no es mío y me encuentro en un espacio irreal: en las calles de mi periferia no hay manifestación, no hay barricadas, no hay cacerolas, no hay cucharas de palo. Hay niños jugando en la calle, hay locales y almacenes abiertos pero con una tensión en nuestras miradas, conversaciones y posturas. Hay madres y abuelas mirando por las ventanas; hay vecinos y vecinas regando sin prestar atención a las plantas, a pesar de que ya habían regado en la mañana, hasta que la cuenta regresiva acaba y el toque de queda se hace efectivo. 

El llamado a cacerolear a nivel nacional se había viralizado y esperé paciente en la ventana del segundo piso con mi cuchara y mi olla esperando, esperando, esperando. 
Nadie salió, nadie tocó, había un anormal silencio sepulcral, expectante, ansioso. Lo único que se lograba escuchar eran los perros en la calle, el volumen bajito de la tele y ese sonido que me aterrorizó: el helicóptero que sigue rondando arriba de nuestras casas apuntando con una luz de largo alcance en busca de la desobediencia. 

Lo único que me permitió dormir, fue contrarrestar ese tucu-tucu-tucu del helicóptero poniendo al mínimo lo que me hizo más sentido: 


De pie, cantar / que vamos a triunfar. / Avanzan ya / banderas de unidad. / Y tú vendrás / marchando junto a mí / y así verás / tu canto y tu bandera florecer. / La luz / de un rojo amanecer / anuncia ya / la vida que vendrá.

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