Parra y el caballo del General* Baquedano

*Título original: Parra y el caballo del General Baquedano 

Por Leonardo Piña Cabrera

octubre 23 de 2019

La convocatoria otra vez era en Plaza Italia. Pero a diferencia del día anterior, preferí llegar por Vicuña Mackenna y no por la Alameda misma. Mala idea, las lacrimógenas campeaban y un automóvil quemado en la esquina de Rancagua cerraba el paso y anunciaba la presencia, una cuadra más al norte, de un gran número de carabineros. Bustamante tampoco era alternativa, así que Portugal se abrió como posibilidad, opción en que coincidimos una centena o más de manifestantes, varios de ellos en bicicleta.


La Alameda, que a esa hora ya era un mar humano, subía con sus olas hacia el oriente y bajaba, cada tanto, por el despliegue policial y su indiscriminado uso de la fuerza. La indignación, también al alza, se compartía como los rociadores de agua con bicarbonato y los gritos de no correr que venían desde la calle Ramón Corvalán Melgarejo, presumiblemente el centro de los enfrentamientos. Namur, que venía a ser su desaguadero natural, extrañamente reunía a un piquete de carabineros apostado en un borde, y a varios civiles, como yo, registrando con celulares y cámaras aquel esquizofrénico momento.


¿Pausa en el trabajo?
(Namur con Alameda, fuente propia)


Más al norte, en Coronel Santiago Bueras y Nueva Bueras, un puesto de primeros auxilios de la Cruz Roja atendía, bajo el grito de “acá los heridos”, a quienes llegaban necesitándolo, casi una decena de personas en menos de quince minutos. Piernas sangrantes, heridas con perdigones, e irritación en ojos y vías respiratorias, se reiteraban entre los rápidos diagnósticos, lo mismo que el descontento y su desazón, para lo cual, tampoco ahí, parecía haber respuestas.





Acá los heridos
(Nueva Bueras con Coronel Santiago Bueras, fuente propia)


Calle Merced, lo más cercano a un campo de batalla, concentraba las escaramuzas y a distintos grupos que con más o menos pericia se daban maña para protagonizar y tratar de organizar las acciones. Irene Morales, que lo era aún más, tragaba y expulsaba gente hacia el parque Forestal en frenético ritmo, mientras que el ulular de bomberos se abría paso entre el ruido, la multitud y las barricadas, una de las cuales era solícitamente despejada por los mismos manifestantes que aplaudían su llegada y llamaban a usar el carro, con gran sentido del ingenio, como punta de lanza en la refriega.





Caballo de Troya
(Merced casi esquina Irene Morales, fuente propia)


“Aplaudan, locos”, “atropella a un paco”, “el caballo de Troya” y “ahora detrás de ellos, cabros, detrás de ellos”, eran los gritos que se repetían, al tiempo que la avanzada entraba y volvía a salir de calle Irene Morales, ola tras ola, decidida. El aire, más irrespirable que nunca, invitaba a escapar de ahí, emergiendo plaza Italia como destino lógico en el recorrido, tal como decía la convocatoria y se seguiría haciendo en los próximos días. 


Allá la ocupación, diríase que alternada, del monumento al General Baquedano por las llamadas barras bravas del fútbol chileno, hacía preguntarse si se trataba de alguna alucinación –el efecto no planificado de tanto químico inhalado–, o una suerte de actualización, con otros colores, del manoseado poema de Parra relativo a la unión de izquierdas y derechas. El hecho, sin embargo, que el actual estado de movilización social quepa interpretarse, si no como su derrota, a lo menos como una gran convulsión al interior de uno de los hijos que comparten, llama a no desechar su posibilidad. La airada defensa de su emplazamiento en este pequeño rincón del mundo, más todavía.





La izquierda y la derecha unidas
(De Artefactos, Nicanor Parra, 1972)




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