Un viaje de La Granja a Providencia

Por Catalina Jiménez Aramayo
21 de octubre, 11.30 pm.

No, si la 103 nos deja en Pedro de Valdivia y de ahí caminamo a la plaza Italia, la 224 no va a pasar nunca y si pasa va toa llena.

La 103 no demoró más de cinco minutos en pasar, es su primera parada y el recorrido pasa por Lo Ovalle, Departamental y Av. Macul fuerte y derecho hasta Pedro de Valdivia con Providencia. El chofer me deja subir la bicicleta con la rueda pinchada, subimos todas por atrás y la amarro como puedo en los cinturones que sirven para las sillas de rueda y que, posiblemente, nunca o casi nunca fueron utilizados porque estaban enredados, polvorientos y grasosos. 

Junto con nosotras, que éramos tres, suben dos personas más y emprendemos el viaje a la plaza Italia, que prometía recibirnos con toda su gente, los lienzos, los saltos y el ritmo de las cacerolas. También nos esperaban los milicos y los pacos, el recuerdo de nuestros muertos y el miedo de estar herida. Es el tercer día desde que se decretó el estado de emergencia producto del estadillo de fuertes revueltas sociales en contra de un neoliberalismo descarnado e irrespirable. Es el tercer día de tener la dificultad para definir el momento; que tus viejos te cuenten sobre la dictadura y el recuerdo de la represión es diferente a sentir en el cuerpo la maquinaria fuerte y declarada del Estado. 

Primero en Av. Macul sube una mujer de la tercera edad, vamos en una de esas micros con escala, que, si va andando, hay que agarrarse bien y equilibrar con concentración para no caerse. Como estábamos en la primera línea de asientos después de los escalones, una de mis amigas agarra a la señora y le doy el asiento, ella se corre hacia el puesto de la ventana amablemente para que siga conversando con las chiquillas. Paradero siguiente suben dos cabros, vestidos de negro y con una cerveza la mano cada uno, pienso que también van en nuestra dirección. Sube con ellos una señora con un carro y esta vez me apresuro a jalarlo por los escalones para que su escalada se facilitara, me da las gracias y la anciana ríe: le ha tocado puro ayudarnos, le devuelvo la sonrisa. 

Ya casi llegando a Av. Grecia sube mucha gente, el micrero hace rato que abría las puertas de atrás para que la gente subiera, pero había otros que entraban por el comienzo del troncal y a veces pagaban, otras pasaban por encima o por debajo del torniquete de tres brazos color aluminio. En la medida en que nos acercamos a providencia el bus se llena más y más de gente, cada vez que pasajeros y pasajeras suben, algunas personas, entre ellas mis amigas y yo, coreamos al unísono evadir no pagar otra forma de luchar, indicamos que la subida es por atrás y que el pasaje no se paga. De vez en cuando al pasar cerca de milicos o pacos, los cabros de la ropa negra les gritan; paco culiao te tienen como perkin cuidando el metro, asesino culiao.


De un momento a otro la micro estaba llenísima y me levanto de mi asiento y bajo los escalones para agarrar la bici porque las amarras de lisiados no la soportaban más. En la mitad del bus, junto a otras personas, me detengo a mirar; en la micro se conversa. El ruido no provenía sólo del motor y la estructura del bus rechinando, eran las personas que no cesaban los diálogos. Las señoras de la parte de atrás, sentadas, discutían sobre los sucesos de los últimos días, por qué las cosas estaban como estaban, qué pasaba con los saqueos y por qué no estaban ni ahí con llegar tarde a la pega. Una mujer joven recrimina a un zorrón por estar comiéndose un sándwich de una cadena de comida rápida cuando se supone que estamos en paro nacional y unos caballeros de mediana edad entrelazaban diálogos de la crisis por la que estábamos pasando, la desigualdad, Piñera, las estrategias de la política y los exoplanetas que había recientemente los físicos del primer mundo descubrieron. Curiosamente, cuando se percataron que estaba detrás de ellos, me abrieron el círculo de la conversación y así con los cercanos. Miro mi celular y muestro a través del círculo de caballeros que me separa de mis amigas una historia de Instagram de la Plaza Italia, que ya a eso del mediodía reunía centenares de personas aun cuando la convocatoria a la marcha más grande de Chile estaba fijada a las 17.00 hrs. En eso, los caballeros voltean, la señora del carro y las chiquillas hacia el celular y me hacen preguntas ¿dónde es eso? ¿plaza Italia? ¿a esta hora? ¿hay mucha gente?, lo reafirmo con la cabeza. Vamos llegando a providencia y casi todos los pasajeros nos dispusimos a salir, desamarro los cinturones de la bicicleta y nos bajamos. La 103 continúa el recorrido y pienso que parece que algo se está gestando.



Sector Bellas Artes, 21 de octubre de 2019. Elaboración propia.



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